Debía haber sido la final de Neymar pero el brasileño fue invisible, intrascendente y falló un gol cantado en la primera mitad. Con el pitido final rompió a llorar desconsolado. Las cámaras de televisión no dejaron de buscarle, igual que los jugadores del Bayern, que no pararon de consolarle.
Nunca pensó Neymar que en su final tuviera un partido tan deslucido. Primero, porque la posición de falso nueve no le favorece demasiado. Él es más de mediapuntear, no de quedarse emboscado entre los centrales. Participó poco o nada en el juego, pero su actuación podría haber cambiado si hubiera marcado el mano a mano que tuvo ante Neuer pasado el cuarto de hora del partido. Tiró al bulto y falló.
Ahí se acabó Neymar en la final, más allá de alguna floritura en el centro del campo en la segunda mitad y de llevarse alguna tarascada del Bayern. Fue un Neymar invisible y por eso se derrumbó entre lágrimas al final del partido. Así acabó la final de Neymar… ahora empieza el culebrón. O puede que este verano ni siquiera.